sábado, 8 de diciembre de 2012

Tres encuentros, tres historias, tres resultados.

    De tríos, tríadas y trilogías va la cosa. Espero que esté a la altura de algunas de las más grandes de la historia, que confío en que mis lectores más frikis recuerden con ilusión. 
  Mucho ha llovido desde la última entrada en este blog, especialmente para el poco tiempo transcurrido; y me atrevería a decir que casi a gusto de todos. Desde entonces, hemos jugado tres partidos con todos los juegos y los resultados posibles, de los que hay mucho que decir y mucho más que analizar. Técnicas, tácticas, sensaciones, habilidades, ocasiones, evoluciones... Ante la complicación presente para narrar todos estos eventos con el tiempo transcurrido, sobra decir que es posible que mi memoria será lo suficientemente selectiva como para que cualquier coincidencia con la realidad pueda ser meramente casual, y aún así sorprendentemente acertada.

     Tras nuestro primer encuentro liguero nos tocaba afrontar un encuentro de mayor calibre contra God Bless Tito, rival que en el pasado ya nos venció contundentemente. Con un equipo improvisadamente unido por alambres, con bajas sustanciales y notablemente la ausencia indefinida de Guedes, nos presentamos el lunes 26 de noviembre a las 14:00 en la cancha. Nuestra mayor esperanza se debía a la presencia de Manu, que siempre imprime una solidez y carácter en el equipo por encima de todo elogio. En la grada también estábamos espectadores inusuales, con la esperanza de sufrir de nuevo un desarrollo épico a la par que espectacular. 
    Con el debido respeto al rival, empezamos el partido con la mejor solidez defensiva, calibrando su habilidad e intentando neutralizar sus armas más peligrosas. Además, con Pedro como única referencia ofensiva estirando el campo hacia arriba, nos sorprendimos con muchas más facilidades para sacar la pelota jugada ante semejante rival. La seguridad transferida por Manu permitía las combinaciones tan simples como perfectas con Nacho primero y Castillo después, evitando toda pérdida de balón innecesaria que pudiera comprometernos. Ellos tocaban con velocidad y agilidad, pero ninguno de mis compañeros desatendió sus deberes defensivos, provocando que el partido cayera en un ritmo poco dañino en el que nos sentíamos cómodos. Fue así como en una jugada a balón parado, aprovechamos la solidez impregnada para que Pedro le pusiera un balón a Manu en el corazón del área, que colocó inexorablemente en la portería ante la pasividad rival. Bastaron un par de pruebas con su portero para comprobar que era su talón de Aquiles; y Manu fue la encarnación del bello Paris de Troya para acertar con un dardo lejano en el fondo de las mallas. El 2 -0 brillaba en el marcador (puramente imaginario) en el ecuador de la primera mitad; el rival ni lo había visto venir, pero no era en absoluto desmerecido.


     Era su turno de tomar la iniciativa para demostrar sus cualidades, y aprovecharon la falta de confianza de nuestro portero amateur para recortar distancias en el marcador. Pero no consiguieron cambiar la dinámica, y seguíamos haciendo nuestro juego sin problemas de confianza. Al borde de la primera mitad, Manu retrasó un balón hacia Santos (¿Héctor?), quién se encontraba con una enorme cantidad de espacio para tirar: el primer tiro fue interceptado por la defensa, pero como si del mismísimo Kobe Bryant se tratara, cogió su propio rebote ante la confusión defensiva rival y soltó un potente disparo se coló tras golpear el larguero. No estábamos acabando de celebrarlo, y mientras yo estaba intentando restablecer la concentración de mis compañeros : "No os distraigáis, no queda nada para el descanso, concentración y defended jugando como hasta ahora". No falla, a la jugada siguiente; gol. 3-2 y no había tiempo para más antes del descanso.

     No tenía mucho que decirles, lo estaban haciendo mejor que nunca, todos ayudaban y los cambios desde el banquillo encajaban con una sólida insólita hasta para el mismísimo marqués Del Bosque. El equipo estaba rindiendo, el rival era difícil pero había pocos motivos para que el partido se nos escapara. Sólo teníamos que administrar bien nuestras energías y sobreponernos a todo obstáculo que pudiera surgir. Tras la reanudación ellos salieron mejor que nosotros, y el cambio de portero nos dio un momento de debilidad y falta de confianza en la defensa. Un tiro lejano se le escurrió a Santos, portero provisional, y dejó el partido en empate. Nada había cambiado, y seguíamos jugando como antes. Ni siquiera cuando en otra jugada aislada marcaron el cuarto gol y se colocaron por delante en el marcador parecía que nos viniéramos abajo. Quedaban unos 14 minutos de partido, y era tiempo suficiente para vender muy cara la derrota. En una buena combinación, Manu sacó un pase largo para Ignacio, quién subía rápidamente la banda como llevaba haciendo todo el partido. Un recorte rápido provocó una falta flagrante desde una posición complicada, pero no imposible. Todos sabíamos quién tenía que tirarla. Tres rivales en la barrera, el otro cerrando en el centro del área; y Manu colocando la pelota. Lo siguiente que recuerdo es oír el palo y ver el balón en la escuadra.
    Era el empate: 4-4. Y por primera vez, parece que el rival estaba al borde de la extenuación, mientras que nosotros corríamos y atacábamos desde el primer minuto (permítanme la licencia del plural mayestático aunque mi lesión de tobillo me condenaba a sufrir desde la banda). El partido estaba en un equilibrio casi virtual, que podía romperse en cualquier momento. Sin embargo, lo que se rompió fue la tibia de un rival en una ocasión de peligro en nuestro área, al intentar una filigrana frente a Santos. Quedaban 7 minutos de partido, pero en ese momento todos sabíamos que se había acabado.
El rival se quedaba con cuatro jugadores, tras la lesión de ese y la marcha de otro; y nosotros, orgullosos del partido presentado y reconociendo el gran partido que nos habían planteado, no tuvimos ningún problema en aceptar con el debido señorío el empate pactado, que hacía una justicia poética y nos permitirá a todos soñar y divagar con los hipotéticos desenlaces posibles. Si la guerra de Troya fue demasiado larga, esta se zanjó con un armisticio sin vencedores ni vencidos (aunque muerto Patroclo, en esta ocasión Aquiles se tenía que ir sin ocasión de vengarlo), evitando mas víctimas y dejando a todos contentos, después de haber combatido únicamente por la belleza del propio combate.
Desde aquí hablo en nombre de todo mi equipo para mandarle un mensaje de apoyo y desearle una pronta recuperación al rival lesionado; nuestro fútbol no tiene más objetivo que la diversión y el resultado, que este año nos está siendo mucho más favorable, nunca será más que un objetivo secundario.

[...]

    Al día siguiente, con la memoria de tan épico encuentro y el cansancio acumulado en nuestras piernas, nos enfrentamos al equipo amigo Jungla-Dit. En aras de ir recuperándome de mi lesión, y de participar activamente de las posibles epopeyas prosaicas que pudieran suceder, decidí ocupar la portería todo el partido para liberar a mis compañeros de esa tarea; permitiéndoles a ellos centrarse en sus otras labores y a mí tener un punto de vista privilegiado de todo el partido. El partido tenía un aire enrarecido, entre la confianza y la amistad latente unida a la seriedad extrema para no desmerecer al rival. El partido transcurrió según lo esperable y el marcador así lo reflejó, por lo que me dispongo a resumir las sensaciones por encima de los hechos acontecidos. Antes de nada, estoy orgulloso del partido planteado por mis compañeros, que cometieron pocos errores, sabiendo que ante un rival así todo error acaba como gol en contra. Corrieron más que nunca, y el cansancio hizo mella desde los primeros instantes. Tuvimos serios problemas para sacar la pelota, en los que mi ayuda desde la portería fue demasiado inútil (he de recordar al lector incauto que en fútbol sala el portero sólo puede tocar el balón una vez por jugada, durante 5 segundos si es en su campo, so pena de cometer cesión), la mayoría por mérito del rival que dedicó gran parte de la primera parte a una presión encomiable. Ellos tuvieron tanta habilidad como suerte para marcar, con los famosos tiros potentes de Kike que tuve el gusto de afrontar, más de uno se coló desviado por un defensa que no llegó a tiempo de cerrar. La primera parte cerró con un merecido 5-0 a su favor; por lo que decidieron aflojar la intensidad de la segunda parte y dedicarse a algo más lúdico. Nos permitieron jugar y tocar, por lo que nos encontramos mucho más cómodos en la segunda parte, pese a que no fuimos capaces de anotar ninguna de nuestras ocasiones. Este esfuerzo extra en ataque se vio claramente repercutido en nuestra solidez defensiva, que no fue capaz de aguantar la velocidad rival, dándoles margen a algunas bonitas combinaciones y filigranas. Todos ellos firmaron un buen partido, en acorde con sus habilidades respectivas. El partido finalizó 8-0; y he de decir que estoy agradecido al rival por la aparente seriedad con la que jugaron algunas partes del partido y el buen rollo de otras, sin necesidad de menospreciar o humillar. Mis compañeros por su parte lo hicieron bastante bien, y más si tenemos en cuenta el cansancio acumulado y la baja de alguna referencia fundamental de nuestro juego, tanto en ataque como en defensa.

[...]

    Como véreis hasta aquí me he limitado a hacer un resumen más o menos literario de lo sucedido, sin aburrir a los lectores, presumiblemente expertos en fútbol y conocedores del juego habitual del equipo, con análisis más exhaustivos de los beneficios, causas y resultados de estas variaciones de nuestro juego. En estos pocos partidos transcurridos desde que soy capitán de este equipo, nuestra dinámica ha cambiado un tanto inexplicablemente, y he sido fiel testigo y espectador de la misma en todos nuestros encuentros. Si me he abstenido de hacer dicho análisis hasta ahora es porque, salvo la evidente influencia del buen hacer de Manu en nuestros partidos, flagrante y remarcada desde el primer encuentro que narre; y la muy notable mejora física y estratégica de Seijo desde que se liberó de sus responsabilidades de capitán, el resto de factores destacables fueron la causa fehaciente del desarrollo del tercer encuentro que me dispongo a narrar, entre esta caterva de imprevisibles sucesos:

                       

   El pasado lunes 3 de diciembre, fecha en la que el ex-capitán Seijo y yo mismo celebramos nuestro cumpleaños, nos enfrentamos en la cancha de baloncesto contra el Arsenal Tintop, en el que milita nuestro conocido Daniel Paniagua. Todos nuestros reportes de ojeadores nos informaban de que este era el otro equipo más asequible del grupo después del que ya habíamos enfrentado; y que su trayectoria en las pasadas temporadas había sido casi paralela a la nuestra. Era pues, un encuentro prometedor en el que tendríamos que dar lo mejor de nosotros para imponernos. Era un encuentro importante, porque mostraría nuestra hipotética mejoría. Era como una lucha contra nosotros mismos a través del espejo. Era como cuando en un videojuego compites a contrarreloj, contra tu anterior crono, y ves el fantasma de tu antiguo jugador con su partida. Jugábamos además en condiciones extremas, con 5 jugadores únicamente, contra un equipo que suponíamos rápido e infatigable. 4 valientes jugadores de campo además de yo mismo: Santos, Pedro, Nacho e Ignacio. Para enfrentar un partido vital. Yo volvía a jugar de portero, para dirigir a mi equipo desde dentro, pero estaba deseando que alguien cansado quisiera cambiarme para correr y jugar un poco, luchar más activamente por el equipo. Aunque he de confesar que no me disgusta nada eso de llevar la responsabilidad de la portería y organizar a mis compañeros desde atrás.
     Nuestras primeras impresiones fueron de sorpresa, porque resultaron ser un equipo serio, muy rápido y hábil, bien colocado y que distribuía con mucha seriedad e inteligencia. Muy por encima de lo previsto; pero ya habíamos jugado contra mejores rivales.  Con las recetas típicas intentamos resistir sus embistes, economizando hasta el último gramo de energía porque sabíamos que lo íbamos a necesitar. A los cinco minutos empezábamos a flaquear... "¡Santos, pégate a ese, que no tire!" Gol por toda la escuadra, antes de que llegara a taparle bien. No estábamos jugando mal, pero no teníamos sensación de poder llegar a crear peligro; como si nos faltara algo. Un par de jugadas después, otro zurdazo del mismo jugador se colaba por la escuadra opuesta ante mi impasibilidad. 2-0. En esos momentos, reconozco que mi confianza y mi ánimo estaban por debajo de lo esperado y de lo debido por mis responsabilidades. Sin embargo, en la magia del fútbol hay ciertas sensaciones que sólo son palpables dentro del campo, apenas inapreciables o imperceptibles para los que no están en contacto con el balón. Estas sensaciones son las que explican que un equipo que tenía esa habilidad técnica tuviera un registro de resultados tan pésimo. Mis compañeros ya habían encontrado las grietas que harían que su muralla se desplomaría. Poco a poco, Nacho tomo la batuta para erigirse como MVP de un partido memorable. Empezó a tocar y distribuir con mucho criterio, combinando con Santos e Ignacio mejor de lo que yo les había visto hacer hasta ahora. Poco a poco empezábamos a despegar, y Pedro marcó tras un buen desmarque tras un gol que fue toda una declaración de intenciones. Y volvió a hacerlo, metiéndole el cuerpo al rival, para sellar el empate a los pocos minutos. Sin embargo, si todo fuera un camino de rosas, sería demasiado fácil y aburrido para que yo tuviera nada que escribir. El agotamiento físico jugaba en nuestra contra, y el tiempo hasta el descanso se nos empezaba a hacer eterno. Movidos por un orgullo y un compañerismo sin par, ningún compañero accedía a cambiarnos, y buscábamos una posesión para poder pedir el tiempo muerto. Fue en esos momentos agónicos cuando, en pos de un desafío aún mayor, para que la hazaña quedara esculpida en la historia, el rival nos marcó un gol que confirmó nuestro bajón mental tradicional al filo del descanso. Aún tenemos que remediar esos problemas, pero la primera parte había cerrado 3-2 para ellos. Un resultado agridulce, bien podía haber sido mayor o menor. El caso es que al descanso teníamos muy claro el camino a seguir y como queríamos que acabara el partido. No tuve mucho que decirle a mis compañeros, sabían mejor que yo lo que sabían y tenían que hacer; y con ese ánimo salieron la segunda parte con energías renovadas.


     Pedro fue la personificación del peligro, al establecerse como un delantero sólido que le ganó la posición en cada balón, protegiendo y conservando la pelota al más puro estilo de Adebayor o Benzemá. Igual fue por la inesperada presencia de público femenino, pero recordó al partido de Llorente frente a Portugal en cuartos del mundial de Sudáfrica de 2010, derribando los defensas como si fueran bolos. Incluso definió insospechadamente bien cuando se dio la ocasión, metiendo bien la puntita ante el portero al estilo clásico del delantero rápido y escabullido. Santos confirmó su creciente progresión tanto en habilidad como en físico, luchando para confirmar su juego de Khedira. Corrió, presionó, regateó, avanzó con verticalidad y distribuyó cuando fue preciso. Nacho e Ignacio se entendieron perfectamente en defensa, cubriendo y presionando, sacando el balón con seguridad. De hecho, hasta obedecían mis órdenes de colocación, cosa impensable si estuviera yo en el campo. Incluso avanzaban usando regates simples para desordenar al rival, aprovechando su falta de ánimo en defensa. Aún así cuando Pedro marcó el gol del empate en el minuto 8 de la segunda parte (3-3), cerrando su victorioso hat-trick, tuvimos que pedir tiempo muerto para recuperarnos; como quién toma aire antes del último largo, el del sprint final para ganar la carrera. Como en Pekín 2008, ellos eran Cavic y nosotros éramos Phelps. Lo que quedaba de partido se iba a decidir por quien tuviera la mejor actitud, un partido por la fuerza del espíritu cuando la del cuerpo empieza a escasear. Había que creer en la victoria, cuando está todo en la cabeza no se puede flaquear cuando decaigan las ganas. Yo sabía que el partido estaba en mis manos, y que si no me marcaban acabaríamos ganando, que sólo tenía que confiar en mis compañeros para que marcaran un último gol; y pasara lo que pasara ese balón no entraría en mi portería. Así fue escurriéndose el tiempo, agotando tanto a unos como a otros.
      Y cuando ya sólo quedaban dos minutos, Santos fingió el quiebro, corrió al desmarque adelantando por milésimas a su defensor, y metió el pie lo justo en un saque de córner, con la certeza de que eso se convertiría en el gol de la ansiada victoria. 4-3. El poco tiempo que quedaba se desvaneció entre los ataques de un rival desbocado, que se fueron estampando uno tras otro inevitablemente contra nuestra defensa, perfectamente plantada.

[...]

    En estos tres partidos, un empate, una victoria y una derrota, hemos jugado mejor que en ninguno de los partidos jugados hasta esta temporada. No puede ser una mera coincidencia con mi ausencia, y estoy muy satisfecho del juego de combinación que desarrollan mis compañeros en mi ausencia, aunque este me vaya a condenar al banquillo o la portería indefinidamente. Quedan infinidad de detalles por pulir, principalmente aquellos de cara al gol, porque ha quedado bien claro que cuando marcamos no perdemos. La mejora física de algunos compañeros como Seijo, Santos o Pedro es trascendente y permite el desarrollo táctico de otros como Nacho. Con el tiempo y la actitud se irán salvando mágicamente estos detalles, como ha sucedido hasta ahora, lo único que queda es conservar la confianza para mantener esta dinámica.


Nota: Quiero finalizar rogando que me disculpen todos los apasionados lectores que llevan tiempo esperando ansiadamente novedades de nuestros últimos encuentros y sus resultados insospechados; pero ya supondrán que cuando las noticias se acumulan se necesita cada vez más tiempo para describirlas, y cuanto más tiempo pasa más noticias surgen. Aunque parezca mentira, la inspiración a la hora de escribir sandeces requiere de un tiempo del que todos escaseamos aún superior al que usamos para leerlas. Como cronista, he de decir que da gusto cuando los hechos superan a la épica y me exigen un esfuerzo mucho menor a la hora de encontrar las palabras para describirlos adecuadamente. Sé que se le puede impregnar un toque más épico y glorioso a la magnitud de los hechos, pero hay ocasiones como esta en las que sencillamente no es necesario.
Nota 2:   Recuerdo a nuestros lectores que llevamos en liga 2 victorias, 1 empate y 1 derrota que suman un total de 7 puntos. Las fotos del artículo son bastante aleatorias para distraer al lector de tan abundante cantidad de texto, estuve a punto de poner un book entero de Mourinho. Se admiten sugerencias para futuras entradas; pero no me vengáis con señoríos, valors, seny, humildat y esas polladas. Sí, he dicho polladas, tenía ganas ya entre tanto palabro inútil.

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